I
La naturaleza no favorece el desarrollo del pensamiento, porque a quienes piensan demasiado, la naturaleza suele escamotearles el don de la descendencia. Pero los pensadores nos consolamos con la idea de que un pensamiento puede vivir mucho más que un individuo, puede fecundar más mentes y tener más futuro que un linaje familiar. Sin embargo, ¿de qué vale un pensamiento sin seres de carne y hueso capaces de hacerse eco de él?
II
La evolución natural favorece el pensamiento único, absolutista, y cerrado en sí mismo, propio de los sistemas totalitarios. O sea: la gente que está SEGURA de que las cosas son como ellos dicen que son, es la que ordinariamente triunfa en el orden natural, aplastando sin piedad a los irresolutos, dubitativos y pusilánimes.
La naturaleza, pues, premia las certezas y desfavorece la duda. ¿Por qué esto habría de ser así? Pues por algo muy sencillo: la duda es peligrosa para la naturaleza, pues todo pensamiento reflexivo tiene el poder de construir sistemas “autorregulados”, o sea sistemas vivientes con aspiracion – y potencial capacidad- de autonomía. La duda sistematizada es capaz de darle “organicidad” a la incertidumbre, y convertir al sistema humano de pensamiento en una “segunda naturaleza” capaz de competir con la primera.
Esto es algo que Natura- la verdadera, la original- no se puede permitir.
Habilitando en cambio el triunfo del pensamiento totalitario, Natura se protege de una competencia indeseable. El pensamiento absoluto siempre será, en virtud de su rigidez, vulnerable ante los poderes naturales con capacidad autorregulatoria.
La misma certeza que dentro del orden natural le permite el triunfo al pensamiento totalizador, asegura a la vez que este triunfo sea siempre pasajero, o sea asegura su caducidad.
Hoy la humanidad se encuentra frente a esa disyuntiva a escala global: construir poder (autocracia basada en certezas para afirmar el propio poder, aún sabiendo que dicho poder será indefectiblemente vencido, como viene ocurriendo desde el inicio de los tiempos), o construir versatilidad y permanencia (una segunda naturaleza humana, una naturaleza artificial basada en la en la autorregulación y la interdependencia, lo que supone erradicar el pensamiento totalitario)
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