¿Alguna vez
se preguntaron por qué el dinero no muere?
En la
naturaleza, todo tiene su ciclo. Todo nace, se reproduce, y muere. Los hombres
nacemos, nos reproducimos, y morimos. Las civilizaciones nacen, se desarrollan,
y mueren también.
Pero el
dinero... ¡no muere!
-“El dinero
no muere porque lo que no está vivo no puede morir, y el dinero es algo muerto”,
dicen por ahí. Sorprende descubrir que esta hipótesis no es para nada
descabellada: al igual que el resto de
los cadáveres, el dinero se guarda en bóvedas, y se traslada de un banco-cementerio
al otro en solemnes vehículos especiales de aspecto funerario.
Aunque el
dinero no se trataría de un cadáver cualquiera: algunos postulan que el dinero
no es sino vida en estado latente, y representa de alguna manera la
inmortalidad de todos aquellos que contribuyeron a producirlo. ¿Por qué
inmortalidad? Porque el dinero tiene la capacidad de “resucitar” y
“multiplicarse” si es correctamente invertido o sea, exhumado.
No es un
invento mío: ya Marx suscribía ideas similares. El Capital, algo muerto, domina
las fuerzas vivas y las utiliza para multiplicarse. Cada vez hay más Capital
muerto, con mayor capacidad para someter a la Vida. Y ese es el dilema del
hombre: su poder sobre la naturaleza viva se sustenta en la posesión de una
cosa inerte, aparentemente muerta.
Aunque si
el dinero tiene el poder de movilizar las fuerzas vivas, entonces... ¡tal vez no
esté tan muerto como pensamos! El dinero- aparentemente
muerto y bien protegido en las criptas de los bancos, sólo duerme el sueño
crepuscular de un discreto Drácula en estado larval, esperando el momento
adecuado para despertar, adueñarse de las fuerzas vivas de la sociedad y ponerlas
a su servicio.
En estos
días del Coronavirus, la analogía es inevitable[1]. Del
mismo modo que un virus- compuesto por algunas moléculas inorgánicas- domina el
funcionamiento de la célula viva para reproducirse, así el dinero-
aparentemente inerte- mueve todos los mecanismos de la producción humana,
también para reproducirse a sí mismo. ¿Cómo lo hace? ¿Para qué lo hace?
Veamos. Todo
virus primero debe “insertarse” en el mecanismo de replicación celular, para lo
cual primero que nada debe ser “aceptado” por la célula. A partir de allí, esa
célula trabajará para multiplicar al virus. Dicha aceptación equivale a la
aceptación del dinero como moneda de cambio en una sociedad. Si de pronto el
dinero no fuera aceptado, perdería por completo su poder regenerativo, que
depende de que el huésped vivo lo acoja en su seno y acepte poner sus energías vitales
al servicio de su multiplicación.
Literalmente
entonces, si el dinero no fuera aceptado por ningún huésped, moriría
definitivamente. Y esto es así porque el dinero es un parásito intra-social obligado. Sigue viviendo en la medida en que
las células del cuerpo social (las personas) lo seguimos aceptando.
La pregunta
que sigue es entonces: ¿Por qué una célula acepta a un virus? ¿Por qué los
humanos aceptamos el dinero? ¿Por qué aceptamos un parásito, aún a sabiendas de
que nos hará trabajar sólo para reproducirse él, sabiendo que no le importamos
en lo más mínimo y que está dispuesto a aniquilarnos sólo para fabricar más
ejemplares de sí mismo?
Pienso en
voz alta, y aparecen las primeras razones.
Primera razón: el parásito nos
seduce haciéndonos partícipe de los beneficios que obtendrá al parasitar a futuras
víctimas. Dice:
“-Acéptame, trabaja para mí, y yo haré que luego otros trabajen para ti”.
Utilizando la seducción Drácula parasita a sus víctimas, y
sus víctimas se convierten a su vez en victimarios, en una especie de sistema
“piramidal” de extracción de sangre. Cualquier comparación con el sistema
social no es casual.
Segunda
razón: porque la
maquinaria celular no tiene la potestad de negarse a funcionar. Simplemente
funciona, y sus organelas replican todo lo que viene codificado en el ADN
celular asumiendo que lo que viene de allí debe ser replicado, dándole entonces
a ese ADN una expresión fenotípica. ¿Y por qué no tiene la capacidad de negarse
a replicar? El humano no puede negarse a
replicar el dinero, puesto que – consciente o no de ello- es un replicante obligado, un ser destinado a
replicar y reproducir todo lo que viene codificado en su ADN, lo que equivale a
decir: replica obligadamente todo aquello que se le presenta como una necesidad.
Y el dinero es un parásito que ha sabido posicionarse como nuestro medio de intercambio y comunicación, o sea se
ha convertido en un elemento indispensable para la propia supervivencia. Sin su
auxilio, la célula o persona no podría intercambiar con el medio, y perecería
inmediatamente. Vemos acá el carácter simbiótico de nuestra unión con el
dinero-parásito.
Tercera
razón: trabajar
para el parásito puede ser una buena estrategia para la subsistencia evolutiva
del organismo. ¿Por qué? Si lo único de que disponemos es de una
“maquinaria replicante”, pero no existiera un parásito capaz de infectar a
otros organismos y compartir con nosotros las ganancias que obtiene de éstos,
toda esa maquinaria no serviría más que para la subsistencia y reproducción
propia, no podría haber desarrollo ni crecimiento social. De acá se deduce que
probablemente el dinero es un simbionte,
se beneficia de nosotros para reproducirse y a su vez nosotros nos servimos de
él para poder obtener beneficios de otros organismos de nuestro entorno y
expandir la comunidad humana.
Cuarta
razón: otro motivo
para aceptar el dinero es insertarse en alguna cadena de “sentido”, a falta de
un sentido o fin propio para la propia existencia. Argumento que sienta bien a
la subespecie de los “gamers” y también a la de los masoquistas.
A modo de
conclusión- provisoria, al menos- vale decir que el dinero es una entidad
inorgánica e inmortal similar a un virus, con la cual estamos en una relación
simbiótica que nos reporta un beneficio evolutivo: el aceptar ser utilizados
por el dinero nos permite usufructuar los beneficios del parasitismo que el
dinero ejerce sobre otros miembros de la especie.
Continuará…
[1] En estos días apareció un
interesante artículo en https://elpais.com/sociedad/2020-05-02/la-pregunta-es-que-se-hace-con-el-virus-del-capitalismo.html
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