miércoles, 6 de mayo de 2020

EL DINERO ES UN VIRUS


¿Alguna vez se preguntaron por qué el dinero no muere?

En la naturaleza, todo tiene su ciclo. Todo nace, se reproduce, y muere. Los hombres nacemos, nos reproducimos, y morimos. Las civilizaciones nacen, se desarrollan, y mueren también.

Pero el dinero... ¡no muere!

-“El dinero no muere porque lo que no está vivo no puede morir, y el dinero es algo muerto”, dicen por ahí. Sorprende descubrir que esta hipótesis no es para nada descabellada:  al igual que el resto de los cadáveres, el dinero se guarda en bóvedas, y se traslada de un banco-cementerio al otro en solemnes vehículos especiales de aspecto funerario.

Aunque el dinero no se trataría de un cadáver cualquiera: algunos postulan que el dinero no es sino vida en estado latente, y representa de alguna manera la inmortalidad de todos aquellos que contribuyeron a producirlo. ¿Por qué inmortalidad? Porque el dinero tiene la capacidad de “resucitar” y “multiplicarse” si es correctamente invertido o sea, exhumado.

No es un invento mío: ya Marx suscribía ideas similares. El Capital, algo muerto, domina las fuerzas vivas y las utiliza para multiplicarse. Cada vez hay más Capital muerto, con mayor capacidad para someter a la Vida. Y ese es el dilema del hombre: su poder sobre la naturaleza viva se sustenta en la posesión de una cosa inerte, aparentemente muerta.

Aunque si el dinero tiene el poder de movilizar las fuerzas vivas, entonces... ¡tal vez no esté tan muerto como pensamos! El dinero- aparentemente muerto y bien protegido en las criptas de los bancos, sólo duerme el sueño crepuscular de un discreto Drácula en estado larval, esperando el momento adecuado para despertar, adueñarse de las fuerzas vivas de la sociedad y ponerlas a su servicio.

En estos días del Coronavirus, la analogía es inevitable[1]. Del mismo modo que un virus- compuesto por algunas moléculas inorgánicas- domina el funcionamiento de la célula viva para reproducirse, así el dinero- aparentemente inerte- mueve todos los mecanismos de la producción humana, también para reproducirse a sí mismo. ¿Cómo lo hace? ¿Para qué lo hace?

Veamos. Todo virus primero debe “insertarse” en el mecanismo de replicación celular, para lo cual primero que nada debe ser “aceptado” por la célula. A partir de allí, esa célula trabajará para multiplicar al virus. Dicha aceptación equivale a la aceptación del dinero como moneda de cambio en una sociedad. Si de pronto el dinero no fuera aceptado, perdería por completo su poder regenerativo, que depende de que el huésped vivo lo acoja en su seno y acepte poner sus energías vitales al servicio de su multiplicación.

Literalmente entonces, si el dinero no fuera aceptado por ningún huésped, moriría definitivamente. Y esto es así porque el dinero es un parásito intra-social obligado. Sigue viviendo en la medida en que las células del cuerpo social (las personas) lo seguimos aceptando.

La pregunta que sigue es entonces: ¿Por qué una célula acepta a un virus? ¿Por qué los humanos aceptamos el dinero? ¿Por qué aceptamos un parásito, aún a sabiendas de que nos hará trabajar sólo para reproducirse él, sabiendo que no le importamos en lo más mínimo y que está dispuesto a aniquilarnos sólo para fabricar más ejemplares de sí mismo?

Pienso en voz alta, y aparecen las primeras razones.

Primera razón: el parásito nos seduce haciéndonos partícipe de los beneficios que obtendrá al parasitar a futuras víctimas. Dice:
-Acéptame, trabaja para mí, y yo haré que luego otros trabajen para ti”.
Utilizando la seducción Drácula parasita a sus víctimas, y sus víctimas se convierten a su vez en victimarios, en una especie de sistema “piramidal” de extracción de sangre. Cualquier comparación con el sistema social no es casual.

Segunda razón: porque la maquinaria celular no tiene la potestad de negarse a funcionar. Simplemente funciona, y sus organelas replican todo lo que viene codificado en el ADN celular asumiendo que lo que viene de allí debe ser replicado, dándole entonces a ese ADN una expresión fenotípica. ¿Y por qué no tiene la capacidad de negarse a replicar? El humano no puede negarse a replicar el dinero, puesto que – consciente o no de ello- es un replicante obligado, un ser destinado a replicar y reproducir todo lo que viene codificado en su ADN, lo que equivale a decir: replica obligadamente todo aquello que se le presenta como una necesidad

Y el dinero es un parásito que ha sabido posicionarse como nuestro medio de intercambio y comunicación, o sea se ha convertido en un elemento indispensable para la propia supervivencia. Sin su auxilio, la célula o persona no podría intercambiar con el medio, y perecería inmediatamente. Vemos acá el carácter simbiótico de nuestra unión con el dinero-parásito.

Tercera razón: trabajar para el parásito puede ser una buena estrategia para la subsistencia evolutiva del organismo. ¿Por qué? Si lo único de que disponemos es de una “maquinaria replicante”, pero no existiera un parásito capaz de infectar a otros organismos y compartir con nosotros las ganancias que obtiene de éstos, toda esa maquinaria no serviría más que para la subsistencia y reproducción propia, no podría haber desarrollo ni crecimiento social. De acá se deduce que probablemente el dinero es un simbionte, se beneficia de nosotros para reproducirse y a su vez nosotros nos servimos de él para poder obtener beneficios de otros organismos de nuestro entorno y expandir la comunidad humana.

Cuarta razón: otro motivo para aceptar el dinero es insertarse en alguna cadena de “sentido”, a falta de un sentido o fin propio para la propia existencia. Argumento que sienta bien a la subespecie de los “gamers” y también a la de los masoquistas.

A modo de conclusión- provisoria, al menos- vale decir que el dinero es una entidad inorgánica e inmortal similar a un virus, con la cual estamos en una relación simbiótica que nos reporta un beneficio evolutivo: el aceptar ser utilizados por el dinero nos permite usufructuar los beneficios del parasitismo que el dinero ejerce sobre otros miembros de la especie.

Continuará…

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